La situación energética actual, con problemas de contaminación, cambio climático, conflictos internacionales motivados por el acceso a los recursos, y agotamiento de combustibles fósiles, precisa nuevas tecnologías. Entre ellas destaca el hidrógeno, al que muchos le asignan el papel de desplazar a los combustibles fósiles para llegar a basar nuestro futuro en la “economía del hidrógeno”.
El hidrógeno en condiciones normales es un gas, es insípido, incoloro e inodoro. En la Tierra es muy abundante, pero se encuentra combinado con otros elementos. Por tanto, no es un combustible que pueda tomarse directamente de la naturaleza, sino que se tiene que fabricar. El hidrógeno aparece como un vector energético ante la necesidad de disponer de un sistema de almacenamiento energético y de nuevos portadores. La utilidad del hidrógeno como portador energético estriba en la aparición de las pilas de combustible como sistemas de transformación de la energía almacenada en el hidrógeno en electricidad y calor, y su uso en aplicaciones domésticas, estacionarias, portátiles o en automoción.